«El balcón de sus ojos»

Les advierto queridos lectores que este viaje es de ida pero no de vuelta, que una vez nos adentremos, no podrán salir, será un hito en sus vidas como lo ha sido en la mía, desde que supe de su existencia, y pude comprobarlo de cerca, ya no he vuelto a ser la misma… sino mejor.

No sé por dónde empezar, las palabras chocan contra mis dientes intentando salir, más bien quieren gritar, quieren explotar en verbos para hacerle honores y fiestas varias, pero no les dejo, quiero cautela, la misma que empleo para acariciarle, para leerle con los dedos y quiero escoger las palabras adecuadas para, tal vez, rozar la explicación de lo que son los luceros de su cara para mi alma. Ni siquiera de este modo seré capaz de aproximarles a la realidad, pero de nuevo, me atrevo a intentarlo.

Sus ojos… ay, sus ojos, son mi jaula de oro, tengo la puerta abierta, lo sé, pero quien podría escaparse de la luz que desprenden, no ciegan sino que tienen un efecto contrario: abrasan cuando los pierdes de vista, si se aleja, te arde la calma, te palpitan las ganas de volver a mirarlos.

El balcón de sus ojos debería llevar un cartel como “no apto para cardiacos”, que nadie, bajo ningún concepto, se asome a sus ojos si sufre de vértigo, podría perderse como yo en un universo paralelo en el que sólo existen buenos días y buenas noches y, entre ambos, la felicidad más plena conocida por el hombre.

Si aún no sabéis de qué hablo es porque no os habéis mirado en ellos, no habéis visto de lo que seríais capaces de hacer y lograr en su reflejo, ellos son así, te predicen el futuro que tendrás a su lado.

En su balcón no hay geranios, ni rosales, hay maravillas, mares y arenales según quien los mire. Dan miedo, absoluto pánico, una vez los encuentras, temes que alguien pueda arrebatártelos y así vives el resto del día, pensando en volverlos a tener tan cerca que no pase ni el aire, ni el susurro… ni siquiera el silencio. Ellos te hablan, sus ojos saben hablar mejor que sus propios labios, cantan como las sirenas de Ulises, te atrapan, te envuelven, te elevan, te llevan a la deriva de sus islas, hacen contigo lo que quieren, pero a quien le importa perderse en ese mar con tal armonía.

He decidido que voy a encadenarme al balcón de tus ojos y que lanzaré al infinito la llave que me libera, no quiero quedarme nunca huérfana de su tutela… nunca, nunca, nunca. Que se apague el sol, que muera el astro rey, maldita la falta que hace brillando como brillan sus ojos las 24 horas. Me iluminan, me guían. Y para colmo de esta extasiada, me encanta que se me caiga la baba por ver cómo sonríen al verme, creo levitar y acariciar el cielo cada vez que lo hacen, parece que me digan un “eres y serás la elegida” y a continuación me atraviesan como si nada; y es que no es consciente de la fuerza que ejerce su mirada, no hay Newtons ni otras unidades que puedan plasmar el peso de su importancia.

Ya lo saben camaradas, no se asomen sin arnés a este precipicio del alma, a este abismo entre la locura y el deseo que te cautiva para la eternidad, su efecto tiene vigor en esta vida y en todas las que precedan (si es que hay varias).

Advertencia:

Si te mira estás perdido, la vida tendrá un distinto sentido, no habrá paz para los nuevos ciegos, sólo día tras día intentando superarte para conquistar un imposible que si te sonríe entenderás y sentirás lo mismo que aquellos poetas cuando todavía se podía morir de amor.

taparse los ojos

9 comentarios en “«El balcón de sus ojos»

    1. Muchas gracias por ese apoyo, espero poder escribir pronto nuevos posts, cuando disponga de más tiempo, gracias de corazón.

      Nos vemos por aquí, sírvete un café de vez en cuando, invito yo. 😉

Cuéntame qué te ha parecido, te responderé encantada. ¡Deja aquí tu comentario!