El amor es un trabajo

El amor es un trabajo duro, muy duro diría yo; requiere dedicación, esfuerzo, paciencia, constancia y sacrificio. Todo al mismo tiempo. Es la jornada completa que no acaba nunca y que rodea todos tus entornos desde tu pareja, tu mascota, tu familia, tus amigos o al vecino del tercero. Está ahí desde que te levantas hasta que te acuestas.

Pero entendamos bien qué es un trabajo, porque no me refiero al típico sistema de ocho horas automatizado al más puro estilo taylorista con sus respectivas cadenas de montajes sino al trabajo que te apasiona, que te quita el sueño, que te hace caerte y levantarte al mismo tiempo, ese trabajo del que sabes que nunca te querrás jubilar, ese trabajo que sabes que aunque llegase la competencia y te ofreciese el doble tú… no lo aceptarías jamás.

¿Por qué? Porque te gusta lo que haces, porque te LLENA lo que tienes. Porque, sin más, quieres pasarte la vida haciendo de tu rutina un caos y de tu caos una rutina.

san valentin

Querido amor, te quiero porque eres, cada día, mi mayor reto y mi mejor proyecto.

Y ya está

Y ya está.

Un roce espontáneo y un “perdona” seguido de un cruce de miradas de esos que te erizan la piel y… ya está. Piensas en esa persona desconocida, en cómo sería si hubierais coincidido en otra situación, en otro lugar o de la mano de alguien familiar. Podrías haberte enamorado de él, te imaginas una rutina en su compañía: loca de amor los primeros días y luego serenamente enamorada de esa persona que te haría volar cada segundo que pasara.

¿Podrías? Sí, le vuelves a buscar con la mirada para confirmarlo, pero ya no está… Mientras divagabas, él se ha bajado en su parada y un mal conductor de autobús destruye tu fantasía a golpe de embrague y acelerones.

Y te pasa por la cabeza esa canción de Alejandro Sanz “¿Y si fuera ella?” Cierto, ¿y si hubiera sido él? Ese que llevas tanto tiempo buscando y que no aparece. Seguramente, estás harta de escuchar canciones en la radio que hablan de “vosotros”, de leer libros que te describen hasta el más mínimo detalle de ese por el que serías capaz de perder los estribos, de ver parejas entre tus conocidos que no os llegarían ni a la suela del zapato… Sí estás harta, pero ¿cuánto?

Deberías estar tan harta de estas historias como de ti misma, de tus anhelos y de tu peor amiga: tu imaginación. Apaga la radio, cierra el capítulo y alégrate por las parejas de tu entorno, si ellos son felices… tú más, pero, sobre todo, manda a la mierda al amor a primera vista; te han contado tantas cosas y te has mudado a vivir a tantas películas que tu realidad se ha vuelto muy… ¿cómo lo diría…? ¿Gilipollas? Con las expectativas altas y una frente aún más que no te hace ningún bien.

Malditos tiempos condicionales “y si… y si…”. Si vives ahí, nunca lo sabrás.

Lo único que deberías saber (y esto no hace falta que te lo diga yo) es que deberías dejar de buscar porque está claro que lo que tenga que pasar… pasará, o eso te dijeron, pero no el “cuándo” ¿verdad? Pues, cariño, si quieres algo, ve, cógelo y si te cruzas a alguien en un autobús, en un metro, en una avión o en una pastelería, se lo dices, le invitas al pan o a una Cocacola, pero que por ti no se diga, que tú eres quien debería matar a los tiempos condicionales y hacer el tiempo tuyo, deja de esperar y de actuar como una actriz secundaría, échale lo necesario a la vida y corónate como la protagonista, píntate los labios de rojo y no busques al principio azul, la lejía del siglo XXI acabó hace años con todos los clásicos, créeme. Vuélvete un poco mala pero no la peor, sueña pero despierta, vuela pero átate un pie a la tierra, que ese chico del autobús puede ser cualquiera y tú te mereces ser feliz aunque tú esto ya lo supieras.

Que él es o será quien tú quieras.

Y ya está.

pexels-photo-large

¿Se puede romper la piel?

Es la pregunta que rebota contra las paredes de mi cabeza cada vez que sales por la puerta. Puede que un DIN A-4 como este no sirva como respuesta pero necesito escribirte aunque sólo sea como señal de protesta.

Verás, no sé qué pasará, pero sí sé lo que me pasa, lo he experimentado muchas veces, como te digo, cada vez que te marchas, cada vez que no huele a ti cada hilo de mi ropa, cada vez que el sonido de tu sonrisa no es la banda sonora de mi casa.

Sucede así: se cierra la puerta, suenan las llaves, tus pasos se alejan y, entonces, me quedo, automáticamente, encerrada en un hueco mental sin ventanas.

El portazo activa un botón involuntario que desarma, ladrillo a ladrillo, todo lo que me hace sentirme apta, ¿apta para qué? Para vivir, cariño, para vivir como Dios manda.

Mi sistema inmunológico se transforma en el mayor de los traidores y siembra la alarma; me duele el cuerpo, la piel y el alma. Me falta el oxigeno, el calor, la fuerza, la actitud y, sobre todo, las ganas.

Mi piel es más tuya que mía, lleva tu aroma y tus marcas, tus huellas y cada una de las cicatrices de tus batallas, tus dudas, tus anhelos, tus sueños, tus besos, tu calma, tu tempestad, tus caricias y tus traumas. Mi piel te sabe mejor que yo, te conoce desde antes de lo que pensabas… llevaba tanto tiempo esperándote que a ver quién es el guapo que ahora viene y la cambia. Es como uno de tus perros, quiere ir detrás de ti todo el tiempo, aunque solo sea por el placer de estar a tu lado. Te busca y te vuelve a buscar por cada rincón, se espera detrás de la puerta, llora bajito y ladra muy alto para que, desde el ascensor, te apiades y decidas dar media vuelta para ver qué le pasa.

Cuando transcurren unos minutos mi piel empieza a ceder y se estira como si quisiera dejar de envolver al hueso, como si quisiera divorciarse de mi cuerpo, te necesita como a la droga más jodida y más dura, te necesita como si romperse fuera una opción, la única opción para conseguir salir en tu busca y no volvernos a separar nunca.

puerta verde

El principio

Para empezar por el principio, tengo que empezar por la verdad:

No quería nada serio, no te busqué, ni siquiera pensaba en ti. La idea de lo que somos hoy era más bien una asignatura pendiente, ya sabes, como esa lluvia de un día de piscina… algo que no aprecias en ese momento.

Entonces ¿cómo pude enamorarme de ti? Fácil: no tenía otra alternativa. Claro que no, si te hubieras visto venir, a cámara lenta, con la banda sonora de tu risa, con el latido palpitando en mis pupilas. En ese instante, cuando sólo te había visto pero no te conocía, ya quería ser parte de ti, aunque empezara siendo solo la amiga de tu amiga. Esa sonrisa, ese acento, esas palabras que daban ritmo al vuelo de mi falda, esa forma de mirar, ese milagro de la vida que eras tú.

Si te hubieras visto…

La locura era tu compañera favorita, el carácter tu bandera y tu espalda, llena de pecas y lunares, la patria más bonita que han cruzado las fronteras.

De lejos quemabas, me atraías como las bombillas a los mosquitos. Sinceramente, no sabía si iba a morir en el intento, pero quemarme en tu pecho, que escondía el calor del mundo Sol, no me parecía ni siquiera un castigo. Y de cerca, fundías en ti hasta el alma. Erizabas la piel y lo que no es la piel. No hacía falta tocarte para sentirte, no hacían falta palabras para escucharte.

Repaso, una y otra vez, en mi cabeza cómo se accionó el mecanismo del NOSOTROS, sin preámbulos, sin avisos, sin que nadie tuviera la voluntad de enamorarse… De repente vernos fue como un engranaje que encajaba perfectamente, como la última pieza del puzle que, cuando se une con el resto, forma un mapa y puedes ver la globalidad, pues así era: inevitable, lógicamente teníamos que ser uno para ser siempre.

amor coche

Y por ser, claro que eres, tanto que yo ya no soy “yo”, yo soy “contigo”. Porque sin duda alguna, eres en mayúsculas LA PERSONA ADECUADA, la mano que me acompaña, quien me tapa por la noche, quien me salva por las mañanas. El amor de mi vida que me deja sin palabras. La historia de cómo una escéptica se hace creyente, de cómo los milagros pasan, y de cómo esta historia, colorín, colorado nunca se acabará.

Te quiero.

En unos minutos, te veo en casa.

Tu pelo

Esta mañana, el pelo te olía diferente, no puedo decir a qué, sin decir que a todo lo que me gusta.

Olía a las ganas que me provocas, a buenas noches, a joder qué suerte tengo, a abrazos de cuánto hace que no te veía, a robarte besos de los buenos (como los de aeropuerto), a mimos de domingo, a rayos de calor en la cara, a playa, aire, sol y viento en cada rizo… a vacaciones permanentes en tu pelo, a echar el ancla en la isla de tu espalda, a contarte lunares y a medirte el cuerpo con los labios, sin pensar en si está bien lo que estoy haciendo.

Tal vez, no lo sepas o no te hayas dado cuenta de que el despertador suena cinco minutos antes, porque en ese mismo momento, me paro a mirarte, quién me lo hubiera dicho, debo quererte mucho más de lo que me creo porque prefiero verte dormir que cerrar los ojos de nuevo.

Es en esos cinco minutos de más, después del despertador, en los que casi siento la necesidad de pedir perdón por tu calor, por tanto, tanto, tanto amor... Por tenerte así, a mi lado, sin ropa, con la calma como soberana y con tu intermitente respiración saludándome antes de que se dé el pistoletazo de salida al trajín de la mañana.

Por si hoy todavía no te lo he dicho: te quiero, vida mía. 

Te he dejado el café con leche en la cocina con cuatro cucharadas de azúcar como a ti te gusta. Escríbeme cuando te despiertes, estaré mirando el móvil toda la mañana.

desayuno

Espero que tengas un grandísimo día, nos vemos por la noche.

Te quiero.

Rebeca

P.D: creo que me estoy enamorando de tu pelo.

50 sombras de GRIS

Todos sabemos cómo es el color gris, si lo piensas, te viene a la cabeza un color, uno determinado, pero diferente al que yo me estoy imaginando, porque el GRIS como el amor depende de cómo nos lo enseñaron. Su textura y percepción depende de aquel mentor que te lo mostró por primera vez.

Podría decirse que el gris es el centro, el equilibrio entre todo y nada, entre blanco o negro, es el maldito punto intermedio; no se moja, no se decanta por uno o por otro, él puede ser así, neutral por vocación, independiente por necesidad sin ser catalogado como luz u oscuridad.

No es indeciso, es soberbio, sabe lo que quiere ser y está orgulloso de ello, se funde entre lo malo y lo bueno, está donde quiere estar: representando lujo y status social o melancolía y pesar.

Lo que yo decía: se parece bastante al concepto relativo del verbo amar. Sin duda, el amor tiene tantas caras como matices la gama cromática, tantas luces y sombras que no caben en estas palabras.

Pero yo tan solo tengo una mirada, una perspectiva, un objetivo pseudomiope por el que apreciar mi realidad porque, aunque la compartamos, para cada uno tiene una importancia, damos peso a unas cosas frente a otras, seleccionamos recuerdos y endiosamos historias en pos de ser protagonistas. Lo que para unos es perfecto para otros es conformismo, lo que para unos es virtud para otros es perder el tiempo… Los colores como las personas tenemos diferentes versiones, una por cada persona que nos ha querido, según la lente por la que se nos evalúa.

cámara

Y llegamos a la conclusión que pretende transmitir esta juntaletras, todos hemos vivido el gris en algún momento, un punto ciego en una relación que nos marcó, en el que no sabíamos si tirar hacia delante o dar media vuelta y volver a nuestra zona de confort, entonces actúa el tiempo con más calma de la necesaria y como buen juez nos va poniendo a cada uno en nuestro lugar, al final, él decide quién se queda y quién se va de tu lado.

¿Y qué nos queda? El gris, siempre el gris de lo vivido, la percepción que no se lleva el olvido. Una historia que contar para reír o llorar, la tierra prometida de nuestra vena dramática. Sin duda, lo innegable es que todos somos gris para alguien y si lo hacemos bien, si somos lo bastante blanco y negro al mismo tiempo, alcanzamos la perfecta fusión del sentido común, el ying y el yang en estado puro. Nacemos completos pero nos morimos por conocer a nuestras medias naranjas. Es triste porque el equilibrio tenemos que tenerlo dentro para no poder fundirnos a negro, para brillar por propio derecho y para que cuando encontremos alguien con la misma luz causemos un big bang estelar que haga llorar a la lluvia y las 50 sombras grises que encierran ciertos “te quiero”.

Echarte de menos

Echarte de menos es un juego de niños sin rasguños, manchas ni barro.

Es volar en el lado del avión equivocado, el pasillo de la mano de un extraño.

Es quedarte sin el último trozo de postre. Un helado de menta sin trozos de chocolate.

Es tener pesadillas de lunes a viernes y la necesidad de madrugar los fines de semana.

Es no despertarme contigo durmiendo a la intemperie. No oírte destrozar canciones desde la ducha, no pellizcarte las costillas ni atrincherarme en nuestras barricadas de abrazos.

Es contar los días para verte en un calendario en blanco.

Es el silencio opaco, las ganas vestidas de dudas, las lágrimas en un hombro de saldo.

Una injusticia por derecho, una falta de respeto, un anhelo, un vacío extraño, una razón sin argumento. Un maldito pie izquierdo, una caída entre dos suelos, un sueño deshecho, una consecuencia con todos los efectos: un atraco a corazón abierto.

Un disparo de torpeza a bocajarro, un jarro de agua fría en el invierno de tus párpados.

La indiferencia y el descaro, la alianza rendida de los buenos con los malos, un puto naufragio.

Es la definición del desquicio sin alegato, el verbo perder conjugado en todos los tiempos conocidos por el ser humano. El olvido y el recuerdo cogidos de la mano.

Echarte de menos es un auténtico desacato, es Madrid en solitario, sin tráfico ni ruido, sin risas ni encanto.

Es volverse loca por extrañarte tanto.

chica mirada intensa

Te quiero como te quiero

Es mejor quererte como yo te quiero: al contado, con luces y sombras, sin acuses de recibo ni cheques en blanco, con la honestidad de las primeras veces, con la pasión de los amantes que no son de saldo… Con la desvergüenza de saber que no hacemos nada malo por querernos. Es mejor quererte como yo a que te quieran con escaparates, telones abiertos y públicos delante. Con la verdad por bandera sin rebajas ni gangas esta es mi única oferta, no te doy el amor que me sobró de otros, te lo doy todo, decide si lo quieres, si te vale y si cumplo los requisitos de tu cuerpo, porque no vendo humo, sólo me lo fumo y esto que ves es lo que soy y lo que tengo.

Estoy harta de parejas de revista, de personas 10 que ni siquiera raspan un suficiente en quererse. Mucho lerele y poco larala.

Sin duda, es mejor quererte así, bien, como yo te quiero, como yo sé, a mi manera, a la misma que escribirían mil poetas si nos supieran. Porque sí, hay párrafos enteros en la cola del paro que te detestan y es que, desde que estás conmigo, ya no soy la misma, mi poesía triste no me atraviesa, así que qué me importa, son peores mis versos pero mejores mis besos y con esto me quedo. Firmo ya mismo para que seas mi credo y por vivir así, en este estado onírico en el que ya no distingo cuando estoy despierta de cuando duermo.

Por tu culpa, llevo un te quiero patentado en los labios, una sonrisa de imbécil y una valentía que me hace vulnerable, voy sin escudos, sin cuidado… tú me desarmas. Te quiero porque me quieres y por cómo me quieres: sin horarios, sin tabúes, sin condiciones, sin premios ni castigos… sin normas sociales. Cuando estoy arriba y cuando me caigo, sin distinción, eres mi mano, mi espalda, mi apoyo, mi colchón y lo que me haga falta, te transformas en mi necesidad conforme me asalta y, por eso, y por todo lo demás, te quiero y me quiero, porque también me gusta cómo soy cuando estoy contigo, me haces mejor de lo que era, eres el mayor reto de mi vida, ¿qué idiota no intentaría conquistarte cada día?

Te quiero aquí ahora, con ropa o sin ella, en París o en Roma, como una exigencia del ser… como una loca. Y qué más da, sin locura no hay vida, sin amor no hay sexo que valga ni ciento en el cielo que palomas volando, sí… ya no sé ni lo que digo. Adiós al sentido, la razón, el pudor, los callos del pasado, los fantasmas pretéritos que contigo se han acostado. Qué me importa el ayer o el mañana, te quiero mientras pueda, mientras dure, que el futuro como el pasado son etéreos, ácidos, diluidos, en fin más claro: aire. Te quiero y si albergas dudas, no las cuides demasiado, no son buenas amigas, albérgame a mí y léeme un poquito con amor, a ver si, de una vez por todas, te convenzo. Prometo no prometerte nada pero te digo, te cuento que me gusta quererte como te quiero, sonriendo en mitad de un beso, bailando lento a ritmo descubierto, a pecho abierto, con este corazón sin reflejos, torpe, necio, enamorada hasta las trancas de un sueño: Tú.

TE QUIERO

BENDITO SEA ESTE AMOR ETERNO.

Te quiero como te quiero y ¡joder! Cómo te quiero.

No me muerdas la boca en otras bocas

Sugiero empezar por el final, por los “ya no te quiero”, comenzar por las lágrimas, los recuerdos , la soledad, la incertidumbre, los nudos en la garganta, los dolores en el pecho, las huellas que se alejan, los dos besos, los putos celos, las despedidas de aeropuerto, los abrazos con prisa y las prisas en sí mismas, las manos que no se tocan, los cuerpos que no se retuercen mutuamente, tus jerséis sin tu olor, la cama sin tu lado, los paseos sin vértigo, las ostias que dan los “tenemos que hablar”… para al final no decirnos nada nuevo.

despedida

Propongo un inicio sin amor, sin mariposas ni resquicios de otros cuerpos… pero sabiéndonos. Odiarnos hasta los párpados de lunes a sábado y olvidarnos completamente los domingos. Hablar mal, el uno del otro, delante de nuestros respectivos amigos, maldecirnos en otros nombres, desgastarnos las costuras, los labios y los abrigos, rompernos el corazón para que, luego, no se nos rompa el amor de tanto usarlo.

Empecemos descubriéndonos en terceras personas, cansémonos de tópicos de segunda para que siempre te tenga ganas. Cometamos errores: seámonos infieles sin estar, rindámonos a tentaciones de extraños en bares y carreteras, en hoteles y discotecas, seduzcamos a desconocidos, probemos el morbo de la mano de mil salivas… seamos todo lo que tengamos que ser antes de ser nosotros mismos, hagamos lo que tengamos que hacer para que, una vez seamos tú y yo, nunca acabemos mordiéndonos la boca en otras bocas.

En definitiva, darle la vuelta al paso de la vida para pasarme toda la vida contigo.

Por si no te ha quedado claro, me explico; haré lo que sea necesario para hacerme experta en tus cremalleras, lunares y pecas, en desabotonar tus camisas, en medir cada centímetro de tu cuerpo, en recorrerte a besos desde la planta hasta el último pelo, porque quiero que nos mire el fuego y tenga miedo, porque tú y yo ya somos un incendio, pero no juguemos con lo que no podemos, hemos tenido tiempo y nos queda aún mucho por delante, por eso no quiero tropiezos ni malos detalles, quiero que me sepas como sólo tú sabes. Porque te conozco y me conoces y, sabemos, que no querernos sería un error pero que querernos mal sería aún peor. Vamos a hacerlo todo al revés, que los cuernos sean la antesala de la fidelidad más íntima, que las peleas sean con otras parejas, que las lágrimas lleven otros nombres, que las decepciones se comparen a llegar tarde o a que la comida no esté lista, porque eso será lo de menos, quiero una rutina contigo que sea como el mismo cielo y es que te quiero como para asumir las consecuencias, lo que venga y lo que sea. Quiero contigo empezar por el reverso de la historia para que no haya ninguna otra como la nuestra, ser tu causa y tu consecuencia, tu alfa y tu omega, tu enero y tu diciembre… tu principio infinito, tu primera y última vez para siempre.

infinito