Y ya está

Y ya está.

Un roce espontáneo y un “perdona” seguido de un cruce de miradas de esos que te erizan la piel y… ya está. Piensas en esa persona desconocida, en cómo sería si hubierais coincidido en otra situación, en otro lugar o de la mano de alguien familiar. Podrías haberte enamorado de él, te imaginas una rutina en su compañía: loca de amor los primeros días y luego serenamente enamorada de esa persona que te haría volar cada segundo que pasara.

¿Podrías? Sí, le vuelves a buscar con la mirada para confirmarlo, pero ya no está… Mientras divagabas, él se ha bajado en su parada y un mal conductor de autobús destruye tu fantasía a golpe de embrague y acelerones.

Y te pasa por la cabeza esa canción de Alejandro Sanz “¿Y si fuera ella?” Cierto, ¿y si hubiera sido él? Ese que llevas tanto tiempo buscando y que no aparece. Seguramente, estás harta de escuchar canciones en la radio que hablan de “vosotros”, de leer libros que te describen hasta el más mínimo detalle de ese por el que serías capaz de perder los estribos, de ver parejas entre tus conocidos que no os llegarían ni a la suela del zapato… Sí estás harta, pero ¿cuánto?

Deberías estar tan harta de estas historias como de ti misma, de tus anhelos y de tu peor amiga: tu imaginación. Apaga la radio, cierra el capítulo y alégrate por las parejas de tu entorno, si ellos son felices… tú más, pero, sobre todo, manda a la mierda al amor a primera vista; te han contado tantas cosas y te has mudado a vivir a tantas películas que tu realidad se ha vuelto muy… ¿cómo lo diría…? ¿Gilipollas? Con las expectativas altas y una frente aún más que no te hace ningún bien.

Malditos tiempos condicionales “y si… y si…”. Si vives ahí, nunca lo sabrás.

Lo único que deberías saber (y esto no hace falta que te lo diga yo) es que deberías dejar de buscar porque está claro que lo que tenga que pasar… pasará, o eso te dijeron, pero no el “cuándo” ¿verdad? Pues, cariño, si quieres algo, ve, cógelo y si te cruzas a alguien en un autobús, en un metro, en una avión o en una pastelería, se lo dices, le invitas al pan o a una Cocacola, pero que por ti no se diga, que tú eres quien debería matar a los tiempos condicionales y hacer el tiempo tuyo, deja de esperar y de actuar como una actriz secundaría, échale lo necesario a la vida y corónate como la protagonista, píntate los labios de rojo y no busques al principio azul, la lejía del siglo XXI acabó hace años con todos los clásicos, créeme. Vuélvete un poco mala pero no la peor, sueña pero despierta, vuela pero átate un pie a la tierra, que ese chico del autobús puede ser cualquiera y tú te mereces ser feliz aunque tú esto ya lo supieras.

Que él es o será quien tú quieras.

Y ya está.

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Maneras de vivir

Cuando la vio pensó que no era real,

y, que tanto estupefaciente, no era lo ideal.

¿Acaso había perdido la razón?

Porque ahora sí, se había vuelto loco de amor.

Ella tenía esa clase de sonrisa,

la que si la miras te hipnotiza,

la que, automáticamente, te quita el miedo.

Ya sabes, esa que te hace olvidar todos tus infiernos.

Ella, ella, ella… era la musa que estaba esperando,

quien le sacaría de la mierda por la que estaba pasando.

La inspiración vestida con pantalones cortos,

capaz de matar monstruos ajenos y propios.

Aquel día se cruzaron tan sólo un instante,

él ya estaba y ella venía para luego marcharse.

Ella pidió café para llevar

y él no quería dejarla escapar.

Ahora no, ya no, porque la había encontrado.

Él se levantó deprisa aún con tinta en las manos,

No sabía qué decirle a aquella chica,

fuera lo que fuera, sería para toda la vida.

Tenía tantas dudas en la voz

que le temblaron los labios.

Le habló primero a la camarera,

era su táctica para atraer la atención de ella.

Discreto, pagó, le sonrió y volvió a sentarse,

ella le miró sin detenerse pero con gesto amable.

Luego se fue, con aire despreocupado,

él se quedó mirando el nombre que había anotado.

-“Malena Almas”, Universidad Complutense de Madrid-,

mientras ella no miraba, él buscó un punto del que partir.

Su carpeta le dijo las respuestas,

pronto sabrían de qué preguntas.

chica camiseta de rayas

Comprendió porqué Malena era nombre de tango

y sopesó la idea de que él no fuera de su rango,

Que no se la mereciera o que a ella no le gustara

Pero tenía que intentarlo, pasara lo que pasara.

La buscó en Facebook y en todas las redes sociales,

viernes, sábado, domingo, lunes y martes…

No la encontró, hasta que una dirección de correo

le abrió nuevas puertas a nuestro Romeo.

Era profesora de literatura,

adicta al aprendizaje continuo y a la cultura.

La cafetería en la que se conocieron

era un estratégico punto de encuentro.

Se encontraba entre la universidad y su casa,

el denominador común de ambos en un mapa.

Él fue allí todas las tardes, cada día más tiempo.

Ella flirteaba en los desayunos con aquel desconcierto.

Poco a poco fueron buenos conocidos

 y, de eso, pasaron al “algo más” de los amigos.

Ella no sabía qué pero había algo en él

que la hacia feliz… infinitamente.

Él sabía la suerte que tenía,

lo mucho que la quería,

y no pudo más que prometerse

que la cuidaría cada día sin perderse.

No miraría a nadie más ni lo arriesgaría todo,

sería bueno, dejaría el ron, las mujeres y los porros.

Volvería a escribir, había vuelto a sentir.

Ella, ella eran las ganas de vivir.