La Dama del Trece (Parte I)

Vivía en las afueras, en el piso “12 + 1” de la vieja torre acristalada que coronaba el extrarradio. Su casa se veía desde cualquier punto de la ciudad y, en cambio, a ella, pocos la distinguían, casi nadie la veía pero su cara era fácilmente reconocida.

Hacía méritos para ser invisible porque, en el pasado, había conocido las consecuencias de destacar en exceso, era su don y su maldición: ser una excepción de la naturaleza, un bicho raro entre tanta mierda. Una puta entre vírgenes, una virgen en un mundo equivocado.

Tenía muchos nombres injustos, no todos bonitos pero sí baratos. Por eso mi preferido, era uno que le puse yo: la dama del trece. Ella me recordaba al título de una novela negra o a una superstición sin fundamento, pero sin saber por qué, y aunque yo no sabía más de ella que lo que decía la gente, desprendía algo y yo me la imaginaba así, como una aristócrata venida a menos que nunca pudo estar más arriba ni más abajo, era como de otra época, más de allá que de acá pero compartiendo nuestras aceras.

Irremediablemente, ella tenía algo, un no sé qué, que qué se yo que podía dominarte al instante, por el que te perderías si ella te lo pidiera, por el que darías la vida en cuestión de un segundo. Su mirada hablaba más que sus labios pero sonreía menos, era fría, distante, calladamente guapa. Temblabas si te observaba fijamente con aquellos dos fuegos que le iluminaban la cara, incluso, si se lo proponía, tenías que agarrarte a algo que tuvieras cerca para no perder el equilibrio.

Sin duda alguna, si te miraba, veías más de lo que habías vivido. Se podría decir que tenía cicatrices en el alma, roturas y costuras abiertas, de lado a lado de la cintura y desde el talón hasta la nuca. El paso de los hombres, los nombres, los años y el daño le habían consumido como las drogas que se inyectan, ya no tenía marcas de pinchazos en los brazos, estaba limpia desde hacia tiempo, pero se notaba que algunas jeringuillas con nombre propio le habían dejado más muerte que huella.

Ya no soñaba, se olvidó de lo que era eso porque se había caído tantas veces que hasta las piedras la llamaban por su nombre, había dormido en tantos suelos que reconocía de memoria los abrazos del frío asfalto por metro cuadrado, palmo a palmo.

Cuentan que descendía de Europa del Este, de un país frío donde las balas estaban a la orden del día; como consecuencia de criarse en batallas, la guerra formaría siempre parte de su mirada.

Nadie sabe cómo llegó a España, pero lo que sí se sabía es que había viajado por medio mundo con la maleta equivocada: un idiota que le cambió la vida a cambio del alma, un imbécil que le destrozó la vida para que nunca nadie pudiera matarla.

(CONTINUARÁ…)

traficante

Tu pelo

Esta mañana, el pelo te olía diferente, no puedo decir a qué, sin decir que a todo lo que me gusta.

Olía a las ganas que me provocas, a buenas noches, a joder qué suerte tengo, a abrazos de cuánto hace que no te veía, a robarte besos de los buenos (como los de aeropuerto), a mimos de domingo, a rayos de calor en la cara, a playa, aire, sol y viento en cada rizo… a vacaciones permanentes en tu pelo, a echar el ancla en la isla de tu espalda, a contarte lunares y a medirte el cuerpo con los labios, sin pensar en si está bien lo que estoy haciendo.

Tal vez, no lo sepas o no te hayas dado cuenta de que el despertador suena cinco minutos antes, porque en ese mismo momento, me paro a mirarte, quién me lo hubiera dicho, debo quererte mucho más de lo que me creo porque prefiero verte dormir que cerrar los ojos de nuevo.

Es en esos cinco minutos de más, después del despertador, en los que casi siento la necesidad de pedir perdón por tu calor, por tanto, tanto, tanto amor... Por tenerte así, a mi lado, sin ropa, con la calma como soberana y con tu intermitente respiración saludándome antes de que se dé el pistoletazo de salida al trajín de la mañana.

Por si hoy todavía no te lo he dicho: te quiero, vida mía. 

Te he dejado el café con leche en la cocina con cuatro cucharadas de azúcar como a ti te gusta. Escríbeme cuando te despiertes, estaré mirando el móvil toda la mañana.

desayuno

Espero que tengas un grandísimo día, nos vemos por la noche.

Te quiero.

Rebeca

P.D: creo que me estoy enamorando de tu pelo.

No me muerdas la boca en otras bocas

Sugiero empezar por el final, por los “ya no te quiero”, comenzar por las lágrimas, los recuerdos , la soledad, la incertidumbre, los nudos en la garganta, los dolores en el pecho, las huellas que se alejan, los dos besos, los putos celos, las despedidas de aeropuerto, los abrazos con prisa y las prisas en sí mismas, las manos que no se tocan, los cuerpos que no se retuercen mutuamente, tus jerséis sin tu olor, la cama sin tu lado, los paseos sin vértigo, las ostias que dan los “tenemos que hablar”… para al final no decirnos nada nuevo.

despedida

Propongo un inicio sin amor, sin mariposas ni resquicios de otros cuerpos… pero sabiéndonos. Odiarnos hasta los párpados de lunes a sábado y olvidarnos completamente los domingos. Hablar mal, el uno del otro, delante de nuestros respectivos amigos, maldecirnos en otros nombres, desgastarnos las costuras, los labios y los abrigos, rompernos el corazón para que, luego, no se nos rompa el amor de tanto usarlo.

Empecemos descubriéndonos en terceras personas, cansémonos de tópicos de segunda para que siempre te tenga ganas. Cometamos errores: seámonos infieles sin estar, rindámonos a tentaciones de extraños en bares y carreteras, en hoteles y discotecas, seduzcamos a desconocidos, probemos el morbo de la mano de mil salivas… seamos todo lo que tengamos que ser antes de ser nosotros mismos, hagamos lo que tengamos que hacer para que, una vez seamos tú y yo, nunca acabemos mordiéndonos la boca en otras bocas.

En definitiva, darle la vuelta al paso de la vida para pasarme toda la vida contigo.

Por si no te ha quedado claro, me explico; haré lo que sea necesario para hacerme experta en tus cremalleras, lunares y pecas, en desabotonar tus camisas, en medir cada centímetro de tu cuerpo, en recorrerte a besos desde la planta hasta el último pelo, porque quiero que nos mire el fuego y tenga miedo, porque tú y yo ya somos un incendio, pero no juguemos con lo que no podemos, hemos tenido tiempo y nos queda aún mucho por delante, por eso no quiero tropiezos ni malos detalles, quiero que me sepas como sólo tú sabes. Porque te conozco y me conoces y, sabemos, que no querernos sería un error pero que querernos mal sería aún peor. Vamos a hacerlo todo al revés, que los cuernos sean la antesala de la fidelidad más íntima, que las peleas sean con otras parejas, que las lágrimas lleven otros nombres, que las decepciones se comparen a llegar tarde o a que la comida no esté lista, porque eso será lo de menos, quiero una rutina contigo que sea como el mismo cielo y es que te quiero como para asumir las consecuencias, lo que venga y lo que sea. Quiero contigo empezar por el reverso de la historia para que no haya ninguna otra como la nuestra, ser tu causa y tu consecuencia, tu alfa y tu omega, tu enero y tu diciembre… tu principio infinito, tu primera y última vez para siempre.

infinito

La banda sonora que todos querríamos para nuestra rutina

Mi teatro

MI TEATRO (pincha sobre el título para escuchar la canción)

Pienso en despertarte cada mañana
con un beso chulo y una guerra de almohadas
Pienso enamorarte en cada mirada
con la sonrisita que yo sé que te encanta

Que no me puedas mirar
del amor que sientes ya
que no quieras dormir sin mí
que no te quieras despertar

Te espero mi teatro es para ti
ven a fabricar la luz
que alumbre esta función
donde tu actriz enamoro
al actor que vive en mi
interpretando a un hombre serio
aburrido y ya cansado de un papel que le impusieron

Pienso en conquistarte cada mañana
que te sientas guapa porque te dé la gana
pienso en admirarte sin que tu hagas nada
porque tu silencio es la obra más cara

Que no me puedas mirar
del amor que sientes ya
Que no quieras dormir sin mí
que no te quieras despertar

Te espero mi teatro es para ti
ven a fabricar la luz
que alumbre esta función
donde tu actriz enamoro
al actor que vive en mi
interpretando a un hombre serio
aburrido y ya cansado de un papel que le impusieron

Que no me puedas mirar
del amor que sientes ya
Que no quieras dormir sin mí
que no te quieras despertar

Te espero mi teatro es para ti
ven a fabricar la luz
que alumbre esta función
donde tu actriz enamoro
al actor que vive en mi
interpretando a un hombre serio
aburrido y ya cansado de un papel que le impusieron

Te espero
ven a fabricar la luz
Te espero
mi teatro es para ti

-DANI MARTÍN-

Atlántico (II Parte)

Yo tan Mediterráneo y tú tan inevitablemente Atlántico, cómo no iba a enamorarme si me bañas en mareas de estados de ánimo, de lunas bajas y corrientes revolucionarias. Me colmas de arrecifes y peligros, o de calma y serenidad con la misma ocurrente sinergia con la que se forman rizos en tu pelo, con la misma viveza que gritas libertad con cada paso que te acerca a mí.

Vienes y vas, no puedo enredarte en mí como me gustaría, haces magia con las excusas y sospecho que debiste ser poeta en otra vida e, incluso, en esta.

Eres inefable, jamás he conocido nada ni nadie que se te parezca, tan libre, tan fuera de cualquier alcance, tan lejos y, a la vez, tan cerca, que estando aquí, puedes no estar y que, no estando, no puedo alejarte de mi cabeza.

Desprendes algo, un qué sé yo, que yo qué sé… tienes eso que llaman duende, sal, lluvia, vitamina… vida, qué más da. Esa chispa tuya que me envuelve en forma de brisa se ha vuelto más que necesaria, una droga y una Kriptonita, adictiva o autodestructiva, según te plazca. El día que no me bailas el agua, pierdo el acento, las fuerzas, la voz, la risa y hasta el sudor. Tengo frío a todas horas, arrastro los pies junto con mi orgullo y mis tacones no pisan con la misma solera, ya no son lo que eran si no son por ti. Mis ganas vibran si las saca a bailar esa sonrisa tuya que me palpita el alma.

Por eso, sé que ya es tarde, he caído en tus redes, te veo aparecer por el pasillo y comprendo que podría estar horas mirándote, no eres consciente de todo lo que te miro y de lo mucho que me encanta. Cuando nos despedimos en la calle me parece increíble que la gente pueda pasar a tu lado sin girarse, sin detenerse a pensar que se acaban de cruzar con la persona más increíble que existe. Entonces, me doy cuenta de la suerte que tengo. No puedo creerlo, estás aquí conmigo y parece que quieres quedarte, pero al mismo tiempo sé que no puedo personalizarte, no puedo hacerte mi desastre, no puedo llevarte a mi terreno, no puedo hacerte a mi voluntad… ni debo hacerlo. Eres como eres: mar, tierra, fuego y aire. Los puntos cardinales, la zozobra, la bahía, la playa… tienes agua salada en la saliva porque curas mis heridas con la ternura de cien madres o me ensalzas en la furia de miles de tempestades si ese día no es tu tarde. Pero cuando estás de buenas, ¡ay, cuando estás de buenas! Una sensación extraordinaria me abriga, me siento inmortal, poderosa… tan poco humana, como si no existieran los defectos en el mundo, como si todo fuera perfecto, eres la felicidad en carne y verbo y los que mueven los hilos allá arriba confabulan contra nosotros por saber querernos.

Que se caiga el mundo, que cese la gravedad de los cuerpos, pero que me pille a tu lado, así de juntos, así de ciegos, uno por el otro, que no he nacido sino para bañarme en ti y, a la vez, contigo, bendito Atlántico mío.

¡Larga vida al MAR eterno…!

mar