cambiar
Sed bienvenidos cambios míos
¿Propósitos para este 2015?
Si tú vida no te gusta, cámbiala (o al menos, inténtalo)
Falacia constante del ser humano
Si al final… tendremos que darles las gracias
Las cosas que no acabé
Nunca conseguí terminar un álbum de cromos, coleccioné muchos, mi hermano y yo lo intentamos muchas veces, sobre todo de fútbol, por allá por los años 90. Luego vinieron las colecciones de amores platónicos: profesores, amigos de amigos, más mayores de lo recomendable, el novio de la vecina y, casi siempre, personas que me hicieron sentir visible porque siempre me prestaron atención, supongo que en cierto modo, era agradecimiento, el amor no se parecía en nada a lo que hoy conozco, sea como sea, lo que nunca tuve fue valor para declararme a ninguno de ellos, de eso sí estoy segura.
Más tarde me cansé de amontonar relaciones, por más que busqué no encontré lo que quería, siempre chocaban las frustraciones con sus respectivas promesas rotas y su falta de rigurosidad para cumplir mis bajas expectativas.
También empecé a estudiar francés, ¡oh sí, francés! “¡Oh la la!” Como dicen en el país vecino, pero me temo que la motivación y las ganas no se pusieron de acuerdo así que “c’est fini”, finalicé esa actividad extraescolar como tantas otras a las que me apuntó mi padre: karate, dibujo, ajedrez… No fui pésima en todas ellas pero mi inquietud no se complacía, por una razón: esperaba a la mejor, esperaba a la bella música, ella sí me comprendió y hoy y siempre le rendiré pleitesía.
En fin, no nos desviemos del tema hablábamos de los que no he hecho, no de lo que me enamoré.
No sé tocar el violín ni decir el alfabeto desde el final hasta el principio.
Nunca he sido capaz de cuidar de una flor más de una semana ni he tenido mascota hasta los 25.
No he conseguido imponer los tacones como parte de mi vestuario rutinario, ni tampoco lavarme el pelo todos los días, para más inri, destacaré que llevo flequillo y el mismo peinado desde que tengo uso de razón, no me he atrevido a cortarlo por encima de lo necesario y mucho menos tintarlo.
Algunos libros no los he terminado de leer por pereza o desencanto. Nunca me he colado en una boda, no sé jugar al tangram ni he acabado jamás un cubo de rubik, no he hecho puenting ni me he tirado en paracaídas, no tengo vértigo pero sí mucho amor por tener los pies en la tierra, la gravedad y yo somos más amigas cuando no me da por desafiarla, por no retarla no me subo ni a las atracciones de feria, con eso lo digo todo.
Nunca me he escapado de casa para ir a un concierto ni para nada, no he hecho colas interminables para ver a un famoso, entre otras cosas, porque no me considero fan de nadie que no sea mi madre y para verla no necesito pasar frío a la intemperie, simplemente, preciso volver a casa y entrar en la cocina, donde siempre me recibe con una generosa sonrisa y un “¿cómo está mi chica?” en los labios. Por ella nunca fui sola o sin desayunar a la escuela y mis bocadillos del almuerzo siempre fueron la envidia de mis compañeros. (Tal vez, algún día os cuente lo bien que me malcrió y todo lo que me enseñó.)
Nunca he probado comidas alternativas a la cocina mediterránea, soy monógama de lo que me gusta, nada de comer con palillos o pescado crudo, no me atrevo a improvisar en ciertos aspectos de mi vida que me encantan tal y cómo están, tal vez sea porque el tiempo ha enjaulado los pájaros de mi cabeza y ha cosido las heridas que tenía, las agujas de reloj son las mejores cirujanas que conozco, no hay mal que se les resista.
Por último y, sin duda alguna, puedo afirmar que me he perdido muchas veces buscándome a mí misma, me he caído tanto o más que el resto del mundo, pero lo importante, como todo en esta vida, es que me he vuelto a levantar, así que con todo esto quiero que sepáis que lo que nunca he hecho es rendirme y que la frase NUNCA DIGAS NUNCA tiene hoy más significado que NUNCA, pienso hacer todo lo que no he hecho, llegar más lejos, ser mejor en lo que me proponga y, sobre todo, superar cualquier obstáculo que traiga el destino… y os invito también a hacer lo mismo.
Nunca he escrito un libro, no he tenido hijos y tampoco he plantado un árbol, tal vez vaya siendo hora de cambiar algo. Tic, tac…
Larga vida a los “sí puedo”.