querer
Tu pelo
Esta mañana, el pelo te olía diferente, no puedo decir a qué, sin decir que a todo lo que me gusta.
Olía a las ganas que me provocas, a buenas noches, a joder qué suerte tengo, a abrazos de cuánto hace que no te veía, a robarte besos de los buenos (como los de aeropuerto), a mimos de domingo, a rayos de calor en la cara, a playa, aire, sol y viento en cada rizo… a vacaciones permanentes en tu pelo, a echar el ancla en la isla de tu espalda, a contarte lunares y a medirte el cuerpo con los labios, sin pensar en si está bien lo que estoy haciendo.
Tal vez, no lo sepas o no te hayas dado cuenta de que el despertador suena cinco minutos antes, porque en ese mismo momento, me paro a mirarte, quién me lo hubiera dicho, debo quererte mucho más de lo que me creo porque prefiero verte dormir que cerrar los ojos de nuevo.
Es en esos cinco minutos de más, después del despertador, en los que casi siento la necesidad de pedir perdón por tu calor, por tanto, tanto, tanto amor... Por tenerte así, a mi lado, sin ropa, con la calma como soberana y con tu intermitente respiración saludándome antes de que se dé el pistoletazo de salida al trajín de la mañana.
Por si hoy todavía no te lo he dicho: te quiero, vida mía.
Te he dejado el café con leche en la cocina con cuatro cucharadas de azúcar como a ti te gusta. Escríbeme cuando te despiertes, estaré mirando el móvil toda la mañana.
Espero que tengas un grandísimo día, nos vemos por la noche.
Te quiero.
Rebeca
P.D: creo que me estoy enamorando de tu pelo.
HOY TOCAN HUEVOS PARA DESAYUNAR
Un día te despiertas, miras a tu alrededor con los brazos en alto, desperezándote y, casi sin darte cuenta, las cosas que no debían cambiar, esas que te han hecho ser como eres, que creías que serían tus pilares para el resto de tus días, esas… han cambiado.
Tu risa ya no es tu deporte favorito, ya no ves tanto como te gustaría a tus amigos de siempre y, por supuesto, muchas de las promesas que hiciste las remueves cada día con los posos del café.
No has cumplido lo que te habías propuesto, y no hablo de las metas que te fijas cada Año Nuevo, me refiero a esas hazañas que ibas a hacer, a esos objetivos que iban a hacer de ti alguien grande. Tu grandeza se limita al “voy tirando” de la monotonía, aunque te esfuerzas por no ser absolutamente mediocre.
Lo que no ha mutado son tus defectos, al revés, has ganado en vicios, genio y en mala leche, en definitiva, vas sobrada de galones que te hacen ser indiferente.
Si lo piensas bien, nadie se acuerda de ti como tú pensabas, lo triste, es que tú tampoco de ellos, y ha empezado a darte igual, es un plan más que asumes sin discutir como las órdenes de un jefe incompetente. Ya no luchas por lo tuyo, ya no tienes las ganas ni las inquietudes que te hacían especial… parece que alguien te haya encadenado los pies al suelo, o eso, o han secuestrado tus ansías de volar. Tú me dirás…
Pero, estoy bien, no os preocupéis, creo que uno se acostumbra a echar de menos, se vuelve un estado de ánimo, una solución insatisfactoria pero solución al fin y al cabo, una salida por la puerta de detrás, una alternativa que a nadie se le debería ofrecer.
Sí, sigues viva, inundada por las distancias y por los saltos en el tiempo, cada vez que vuelves a tu sitio, tu sitio ya no está ahí, se ha quedado atrapado en el ayer, no puedes volver, porque cuando tú te vas, todo avanza y avanza sin ti, pasa pero pasando de ti, y no puedes hacer un paréntesis para regresar al punto en el que lo dejaste, es tarde, te has perdido cumpleaños, risas y llantos, anécdotas bonitas y recuerdos que no serán tuyos, incomodas infidelidades y secretos que no serán compartidos contigo. Al final lo asumes, creas tu propio espacio, creas otro mundo diferente al que mamó tu memoria cada año y, mirando atrás, te das cuenta del precio tan caro que has pagado, si alguien hubiera intentado advertirme, hubiera pensado que me estaban engañando, pero no, la única que me he engañado he sido yo, por querer aferrarme a un sitio al que ya no pertenezco por propia voluntad, a ver si algún día aprendo, ya va siendo hora de abrir los ojos de una maldita vez.
En fin, qué os voy a contar, será que anoche me acosté con la melancolía y me ha dejado una resaca más agria de lo que la recordaba, no hay quien me quite este mal sabor a despedida de la boca. Voy a meterme en la ducha, a ver si me despejo, me aclaro las ideas y me lavo los pensamientos.
Espera, ¿eso es el despertador? Coño, ¿todo ha sido un sueño o sigo soñando?
Por fin, me despierto realmente, abro los ojos y veo que estás ahí, tus pies rozan los míos, y tu respiración inunda de calma a está necia emocionada… A la mierda el sueño, ahora me acuerdo de por qué estoy aquí, en mi mundo de antes no existías y ahora no quiero, ni me imagino un mundo sin ti.
50 sombras de GRIS
Todos sabemos cómo es el color gris, si lo piensas, te viene a la cabeza un color, uno determinado, pero diferente al que yo me estoy imaginando, porque el GRIS como el amor depende de cómo nos lo enseñaron. Su textura y percepción depende de aquel mentor que te lo mostró por primera vez.
Podría decirse que el gris es el centro, el equilibrio entre todo y nada, entre blanco o negro, es el maldito punto intermedio; no se moja, no se decanta por uno o por otro, él puede ser así, neutral por vocación, independiente por necesidad sin ser catalogado como luz u oscuridad.
No es indeciso, es soberbio, sabe lo que quiere ser y está orgulloso de ello, se funde entre lo malo y lo bueno, está donde quiere estar: representando lujo y status social o melancolía y pesar.
Lo que yo decía: se parece bastante al concepto relativo del verbo amar. Sin duda, el amor tiene tantas caras como matices la gama cromática, tantas luces y sombras que no caben en estas palabras.
Pero yo tan solo tengo una mirada, una perspectiva, un objetivo pseudomiope por el que apreciar mi realidad porque, aunque la compartamos, para cada uno tiene una importancia, damos peso a unas cosas frente a otras, seleccionamos recuerdos y endiosamos historias en pos de ser protagonistas. Lo que para unos es perfecto para otros es conformismo, lo que para unos es virtud para otros es perder el tiempo… Los colores como las personas tenemos diferentes versiones, una por cada persona que nos ha querido, según la lente por la que se nos evalúa.
Y llegamos a la conclusión que pretende transmitir esta juntaletras, todos hemos vivido el gris en algún momento, un punto ciego en una relación que nos marcó, en el que no sabíamos si tirar hacia delante o dar media vuelta y volver a nuestra zona de confort, entonces actúa el tiempo con más calma de la necesaria y como buen juez nos va poniendo a cada uno en nuestro lugar, al final, él decide quién se queda y quién se va de tu lado.
¿Y qué nos queda? El gris, siempre el gris de lo vivido, la percepción que no se lleva el olvido. Una historia que contar para reír o llorar, la tierra prometida de nuestra vena dramática. Sin duda, lo innegable es que todos somos gris para alguien y si lo hacemos bien, si somos lo bastante blanco y negro al mismo tiempo, alcanzamos la perfecta fusión del sentido común, el ying y el yang en estado puro. Nacemos completos pero nos morimos por conocer a nuestras medias naranjas. Es triste porque el equilibrio tenemos que tenerlo dentro para no poder fundirnos a negro, para brillar por propio derecho y para que cuando encontremos alguien con la misma luz causemos un big bang estelar que haga llorar a la lluvia y las 50 sombras grises que encierran ciertos “te quiero”.
Echarte de menos
Echarte de menos es un juego de niños sin rasguños, manchas ni barro.
Es volar en el lado del avión equivocado, el pasillo de la mano de un extraño.
Es quedarte sin el último trozo de postre. Un helado de menta sin trozos de chocolate.
Es tener pesadillas de lunes a viernes y la necesidad de madrugar los fines de semana.
Es no despertarme contigo durmiendo a la intemperie. No oírte destrozar canciones desde la ducha, no pellizcarte las costillas ni atrincherarme en nuestras barricadas de abrazos.
Es contar los días para verte en un calendario en blanco.
Es el silencio opaco, las ganas vestidas de dudas, las lágrimas en un hombro de saldo.
Una injusticia por derecho, una falta de respeto, un anhelo, un vacío extraño, una razón sin argumento. Un maldito pie izquierdo, una caída entre dos suelos, un sueño deshecho, una consecuencia con todos los efectos: un atraco a corazón abierto.
Un disparo de torpeza a bocajarro, un jarro de agua fría en el invierno de tus párpados.
La indiferencia y el descaro, la alianza rendida de los buenos con los malos, un puto naufragio.
Es la definición del desquicio sin alegato, el verbo perder conjugado en todos los tiempos conocidos por el ser humano. El olvido y el recuerdo cogidos de la mano.
Echarte de menos es un auténtico desacato, es Madrid en solitario, sin tráfico ni ruido, sin risas ni encanto.
Es volverse loca por extrañarte tanto.
Te quiero como te quiero
Es mejor quererte como yo te quiero: al contado, con luces y sombras, sin acuses de recibo ni cheques en blanco, con la honestidad de las primeras veces, con la pasión de los amantes que no son de saldo… Con la desvergüenza de saber que no hacemos nada malo por querernos. Es mejor quererte como yo a que te quieran con escaparates, telones abiertos y públicos delante. Con la verdad por bandera sin rebajas ni gangas esta es mi única oferta, no te doy el amor que me sobró de otros, te lo doy todo, decide si lo quieres, si te vale y si cumplo los requisitos de tu cuerpo, porque no vendo humo, sólo me lo fumo y esto que ves es lo que soy y lo que tengo.
Estoy harta de parejas de revista, de personas 10 que ni siquiera raspan un suficiente en quererse. Mucho lerele y poco larala.
Sin duda, es mejor quererte así, bien, como yo te quiero, como yo sé, a mi manera, a la misma que escribirían mil poetas si nos supieran. Porque sí, hay párrafos enteros en la cola del paro que te detestan y es que, desde que estás conmigo, ya no soy la misma, mi poesía triste no me atraviesa, así que qué me importa, son peores mis versos pero mejores mis besos y con esto me quedo. Firmo ya mismo para que seas mi credo y por vivir así, en este estado onírico en el que ya no distingo cuando estoy despierta de cuando duermo.
Por tu culpa, llevo un te quiero patentado en los labios, una sonrisa de imbécil y una valentía que me hace vulnerable, voy sin escudos, sin cuidado… tú me desarmas. Te quiero porque me quieres y por cómo me quieres: sin horarios, sin tabúes, sin condiciones, sin premios ni castigos… sin normas sociales. Cuando estoy arriba y cuando me caigo, sin distinción, eres mi mano, mi espalda, mi apoyo, mi colchón y lo que me haga falta, te transformas en mi necesidad conforme me asalta y, por eso, y por todo lo demás, te quiero y me quiero, porque también me gusta cómo soy cuando estoy contigo, me haces mejor de lo que era, eres el mayor reto de mi vida, ¿qué idiota no intentaría conquistarte cada día?
Te quiero aquí ahora, con ropa o sin ella, en París o en Roma, como una exigencia del ser… como una loca. Y qué más da, sin locura no hay vida, sin amor no hay sexo que valga ni ciento en el cielo que palomas volando, sí… ya no sé ni lo que digo. Adiós al sentido, la razón, el pudor, los callos del pasado, los fantasmas pretéritos que contigo se han acostado. Qué me importa el ayer o el mañana, te quiero mientras pueda, mientras dure, que el futuro como el pasado son etéreos, ácidos, diluidos, en fin más claro: aire. Te quiero y si albergas dudas, no las cuides demasiado, no son buenas amigas, albérgame a mí y léeme un poquito con amor, a ver si, de una vez por todas, te convenzo. Prometo no prometerte nada pero te digo, te cuento que me gusta quererte como te quiero, sonriendo en mitad de un beso, bailando lento a ritmo descubierto, a pecho abierto, con este corazón sin reflejos, torpe, necio, enamorada hasta las trancas de un sueño: Tú.
BENDITO SEA ESTE AMOR ETERNO.
Te quiero como te quiero y ¡joder! Cómo te quiero.