sonrisa
El principio
Para empezar por el principio, tengo que empezar por la verdad:
No quería nada serio, no te busqué, ni siquiera pensaba en ti. La idea de lo que somos hoy era más bien una asignatura pendiente, ya sabes, como esa lluvia de un día de piscina… algo que no aprecias en ese momento.
Entonces ¿cómo pude enamorarme de ti? Fácil: no tenía otra alternativa. Claro que no, si te hubieras visto venir, a cámara lenta, con la banda sonora de tu risa, con el latido palpitando en mis pupilas. En ese instante, cuando sólo te había visto pero no te conocía, ya quería ser parte de ti, aunque empezara siendo solo la amiga de tu amiga. Esa sonrisa, ese acento, esas palabras que daban ritmo al vuelo de mi falda, esa forma de mirar, ese milagro de la vida que eras tú.
Si te hubieras visto…
La locura era tu compañera favorita, el carácter tu bandera y tu espalda, llena de pecas y lunares, la patria más bonita que han cruzado las fronteras.
De lejos quemabas, me atraías como las bombillas a los mosquitos. Sinceramente, no sabía si iba a morir en el intento, pero quemarme en tu pecho, que escondía el calor del mundo Sol, no me parecía ni siquiera un castigo. Y de cerca, fundías en ti hasta el alma. Erizabas la piel y lo que no es la piel. No hacía falta tocarte para sentirte, no hacían falta palabras para escucharte.
Repaso, una y otra vez, en mi cabeza cómo se accionó el mecanismo del NOSOTROS, sin preámbulos, sin avisos, sin que nadie tuviera la voluntad de enamorarse… De repente vernos fue como un engranaje que encajaba perfectamente, como la última pieza del puzle que, cuando se une con el resto, forma un mapa y puedes ver la globalidad, pues así era: inevitable, lógicamente teníamos que ser uno para ser siempre.
Y por ser, claro que eres, tanto que yo ya no soy “yo”, yo soy “contigo”. Porque sin duda alguna, eres en mayúsculas LA PERSONA ADECUADA, la mano que me acompaña, quien me tapa por la noche, quien me salva por las mañanas. El amor de mi vida que me deja sin palabras. La historia de cómo una escéptica se hace creyente, de cómo los milagros pasan, y de cómo esta historia, colorín, colorado nunca se acabará.
Te quiero.
En unos minutos, te veo en casa.